
Hace unos días exprimí las horas en la lectura de un libro que me absorbió, me cautivó por completo.
Fue uno de esos libros, cuyos párrafos se leen con la piel, con la totalidad de los sentidos; con el corazón, con sentimiento y...muchas horas por delante.
Me detuve en un punto, en una coma; releí una frase las veces que fuera necesario como para no olvidarla. Disfruté de los detalles; de ese escribir sencillo, limpio, puro, corrido...exquisito.
Y me quedé así, con aquellos fragmentos en mi cabeza por mucho más tiempo, hasta que una niebla húmeda en mis ojos a punto de derramarse interrumpió aquella sinfonía de letras y entonces...ya no pude seguir leyendo.