miércoles, 2 de diciembre de 2009

Timidez

Tímidos son mis labios,
pero no mis manos.
Tímida la palabra locuaz
la que se escucha
como casi gritando...
Pero no lo es la palabra callada,
débil;
como susurrando...


Tengo manos.
Tengo labios.


Manos que hablan ante
un fantasma blanco.
Labios que callan ante
la palabra febril,
de las manos.



Tengo manos que hablan.
Tengo labios callados.
Las manos expresan
lo que el labio se guarda.



Pero también...
Tengo el oído atento
y los ojos bien abiertos;
dos fieles ayudantes
para los labios callados
y las manos parlantes...


Tímidos son mis labios,
no lo niego.
Pero mis manos:
las que traducen el pensamiento
en palabras,
las que dan color a lo melancólico,
las que rompen el silencio,
las que abrazan,
las que construyen
y derrumban murallas
y regalan una caricia espontánea,
sutil,
pueril;
esas...
Dios mío, cómo hablan!