
Una ola…
que se acuesta
en la orilla sola
y la recorre toda,
y empapa la playa,
y moja cada cristal de arena,
y adorna el paisaje.
Otra ola…
La que no se despide
pero se le ve irse
despacio…,
como para pensarlo.
Esa ola…
Titubeante
entre agua y sal,
entre tierra y mar;
es la misma ola
que nace en el firmamento,
que recorre el océano,
y se desploma en el polvo
de mis dedos.
A esa ola, a la otra,
y a la que viene detrás de ella,
le he dicho:
déjame ola,
anclar mis pies en la arena
y dejar mi huella
para poder contemplar cuán grande eres,
y ver luego cómo te vuelves pequeña.
Déjame, por lo que más quieras,
poner mis pies firmes en tierra.
Aunque al siguiente día,
cuando vuelva,
no quede ni el recuerdo
de mi huella;
pero sí un motivo
para hacer una nueva…